El eustrés y distrés son considerados como dos clases de estrés, expresando un “estrés positivo” y un “estrés negativo”. Conoce más acerca de cada uno de ellos y sobre la universidad donde puedes estudiar a distancia una licenciatura en Psicología, en la siguiente nota.
Históricamente, el estrés ha sido percibido de una manera no tan bondadosa, como un factor que podría presentarse en la vida diaria, derivando de un suceso que prepara a las personas para huir o luchar, pudiendo impactar negativamente la salud y el bienestar personal y grupal.
No obstante, para Hans Selye, médico y fisiólogo austrohúngaro, considerado como el “padre del estrés”, no necesariamente debe ser considerado como un factor negativo. Por tal razón, contempló un estrés positivo, al que denominó eustrés, así como un estrés negativo, al que llamó distrés.
Asociado a ello, desde una visión evolucionista, el estrés se ha mantenido como un componente que forma parte de los seres humanos, una condición adaptativa; por lo que simboliza un factor positivo. A continuación, ahondemos más en estos términos.
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) el estrés se percibe como “el conjunto de reacciones fisiológicas que prepara el organismo para la acción”. Esto quiere decir que, desde una perspectiva generalizada, se refiere a un mecanismo de respuesta, generado en un individuo ante a un escenario que puede percibir como “amenazante”.
Dicho mecanismo surge con la finalidad de ayudar al organismo, brindando la oportunidad de reaccionar y ajustarse a los cambios que se presentan. Los síntomas que se presentan muestran que los recursos que se tienen para afrontar la situación, son escasos. Asimismo, expresa una respuesta fisiológica, porque se exterioriza a nivel orgánico. Por ejemplo, el corazón se acelera, aumenta la presión arterial, se inhabilita la digestión e incrementa el nivel de azúcar en la sangre.
Esto significa que, un nivel considerable de estrés es preciso para desarrollarse como personas, evolucionar y tomar las experiencias anteriores como aprendizajes que servirán ante escenarios similares en el futuro.
Se trata de un concepto que hace referencia a la reacción positiva y de adaptación frente a situaciones percibidas como peligrosas. Por tanto, es considerado como “el estrés positivo”. El eustrés fomenta que los individuos continúen con la actividad que están llevando a cabo, mejorando su cometido. Es decir, involucra en las personas la tensión física, emocional y psicológica, promoviendo la eficiencia y la productividad.
Los síntomas generados por el eustrés se hacen presentes por un corto período de tiempo, brindando energía y motivación. Además, optimiza la atención prestada a las dificultades que deben ser resueltas; de esta manera incrementa el rendimiento.
Quizás, te preguntes ¿En qué circunstancias se puede presentar el eustrés? Puede manifestarse al instante de responder un examen; al prepararse para realizar una actividad nueva, por ejemplo, tocar un instrumento o en los contextos en que se asuma una nueva responsabilidad laboral.
Estos escenarios llevan a las personas a moverse de su zona de confort, impulsándolas a realizar acciones que, aunque no son peligrosas, sí alertan.
El distrés, también conocido como el “estrés negativo”, está asociado con la hormona cortisol. Este tipo de estrés se presenta cuando existe un desequilibrio fisiológico y psicológico frente a una amenaza, bien sea interna o externa, involucrando un esfuerzo mayor. Esto significa que, el distrés es lo que usualmente se denomina “estrés”.
Por tanto, este tipo de estrés es perjudicial para el bienestar de las personas, generando síntomas como: mareos, náuseas, conmoción, dolor de cabeza, dolor de pecho, aumento de la frecuencia cardiaca, insomnio, falta de atención - concentración, irritabilidad, pensamientos negativos, entre otros.
Los síntomas anteriormente mencionados pueden presentarse a largo plazo, imponiéndose sobre la capacidad de la persona para afrontar el escenario tenso que se le presenta, fomentado sentimientos incómodos que minimizan el rendimiento. Incluso, en circunstancias extremas, pueden provocar síntomas asociados al trastorno de ansiedad o depresión.
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